El amor de los sueños
A veces me gustaría tener un oráculo para ver si mi futuro próximo corresponde a lo que mi cabeza imagina. Pero luego caigo en cuenta de que ese oráculo sería un cazabobos porque precisamente lo que imagino será mi futuro próximo. Nunca hay truco.
Tengo tres libros que me han dejado una lección de futuro:
Los últimos días de diciembre terminé de leer El viajero del siglo, de Andrés Neuman (que honestamente me costó mucho terminar porque estuve atrapada en esa primera parte de doscientas y tantas páginas que es tan lenta como un proceso burocrático). Después leí Sputnik mi amor, que por la prosa aprisa de Murakami, me leí en dos tardes. Y finalmente ayer terminé de leer Travesuras de la niña mala, mi introducción a Vargas Llosa.
De los tres libros mi favorito fue El viajero del siglo, después Sputnik y, por varias razones, la niña mala me decepcionó; apenas se rescata por la historia del hippy retratista de caballos con Mrs. Stubard, y por el capítulo final, cuando el personaje se lee más maduro (o menos tonto e insípido) que en las trescientas páginas anteriores.
Los tres libros fueron distintos por completo, con tiempos, formas y personajes que nunca podrían coincidir entre sí, pero encuentro un tema común: los tres cuentan historias de amor con fechas de caducidad.
Hoy estuve pensando durante la mañana si alguna vez he leído una novela que hable de un amor que duró toda la vida, pero no logré recordar ninguna. Ahora vuelvo a pensar. Mmm, no, ninguna. ¿Acaso porque las novelas cuentan “grandes” historias y los amores que duran toda la vida no lo son?
En una cena con unos amigos, hace algunas noches, empezamos a hablar de la diferencia del amor de tus sueños y del amor de tu vida. Parecía un juego en el que todos participaban atinando la descripción de uno y del otro, y, después de encuestas improvisadas, una farsa de programa de debate con “Kika Carrillo de costa a costa”, muchas risas y más vino, coincidimos más o menos esto:
El amor de tus sueños es el amor ideal, el perfecto, ese que dura unos cuantos días o meses o incluso años, pero siempre termina en catástrofe. Es el amor que embriaga, que ciega, el que te hace decir que nunca en la vida habías sentido eso, que jamás te habías enamorado así. Un amor tormenta, amor huracán, que cuando se va (porque siempre se va) nos deja devastados.
El amor de tu vida, en cambio, es el amor comprometido, el que se construye paso a paso, el que comparte, el que cuesta trabajo, el que duele, el que ronca, el que no siempre está de acuerdo, el que se enferma, el que sufre. Es un amor más profundo, uno más grande y sublime que va creciendo con los años; un amor sabio, incondicional.
En la cena algunos aceptamos con todo nuestro ego que nos gustaría ser el amor de los sueños de otr@, aunque estábamos concientes de que eso implicaba estar sol@s, porque, como sabíamos todos, esos amores en el momento en el que se convierten en reales aparece su fecha de caducidad. Solamente una pareja, A y B, que por supuesto no iban a ventanearse, dijeron que buscaban al amor de su vida.
Por mi parte hablé poco, me posicioné más bien como moderadora y, apoyando ambas ideas, me di cuenta de que el amor de la vida, así como lo planteábamos, también era ideal ¿estábamos en una trampa?
¿Y un amor de tus sueños se puede convertir en el amor de tu vida? Preguntó C. Opinamos que sí, que claro, pero que entonces dejaría de ser el amor de tus sueños porque sería real. D dijo que no teníamos que ser tan radicales, era posible tener al amor de tu vida y a la vez tener a uno o hasta varios amores de los sueños. Hubo un silencio muy breve, suficiente para acomodar la idea y al mismo tiempo varios dijimos que sí, que ahí estaban esas historias de romances tórridos, con su principio y su fin, en medio de uniones (no solo matrimonios) que duraban hasta la muerte.
Estoy segura que todos nos quedamos pensando más allá de esa cena. Pero sobre todo no olvidamos las risas que nos hacían doblar el estómago.
Otra amiga, F, en un restaurante hace un momento, sin saber nada de esta conversación, me dijo que ella creía que cada persona tenía diferentes amores de su vida, por temporadas: una persona que crees que será para toda la vida, dura apenas cuatro años, luego llega otra persona con quien piensas lo mismo y duran otros años, pero algo sucede y se separan y luego llega otra persona. También la gente se muere.
Estuve de acuerdo.
Todo indica que puede haber muchas combinaciones.
El viajero del siglo es la historia de un amor de los sueños. Completa. Sin asuntos pendientes.
Sputnik, mi amor, es la historia de un amor de los sueños roto, nunca correspondido. Triste.
Travesuras de la niña mala, es un amor de los sueños muy tormentoso que se hace largo (dura toda una vida) pero cuando ambos ¡al fin! tienen la intención de hacerlo real, no funciona. Una calamidad.
¿Y nuestra historia? Desde hace tiempo pienso en mis amores de mis sueños, en los que he sido, en los que quisiera ser. No sé nada. Por eso el oráculo y mi obsesión con la lectura, otra vez. “Cuando no se está realmente seguro de nada, lo mejor es crearse deberes a manera de flotadores” dice Cortázar.
La única certeza que tengo es que siempre que pienso en estas cosas termino haciéndome la misma pregunta: ¿y para qué quiero saber?
Tampoco sé.
Pero me divierto un montón en mi tormento.
Corazones de papel en una calle de París. Foto Kika
Comentarios
Podemos dejarlo en que lo que realmente quiero y busco es solo: "amor"... pff, sí.. eso quiero.
Sí es difícil.
Definir es ponerle límites a algo, y el amor es uno de los algos más idelimitables. Todo intento de definición será una tontería, como esta :)
Bienvenida a la caracola.
Mujer del avión,
http://www.i-perros.com/
Besos!