El violinista fantasma
Fui a comer a la fondita, como casi todos los días de la semana, y empecé a caminar en sentido contrario a la oficina. Quise caminar un par de cuadras antes de regresar.
Me senté a fumar en una jardinera, cerca de otra fondita a donde nunca voy, y de pronto un violinista comenzó a tocar Caminos de Guanajuato. Lo escuché de lejos, casi escondida, su música llegaba nítida hasta la jardinera con un leve efecto estereofónico.
Desde mi posición no podía ver al músico, de modo que parecía que la música venía del cielo, de las plantas, de las banquetas. Un violinista fantasma.
Cuando terminó la canción y la calle se quedó otra vez en silencio, el fantasma se convirtió en un hombrecito moreno y viejo. Lo vi cruzando la calle con el violín en el brazo. Pensé en acercarme y darle una moneda, pero él caminó hacia la otra acera y ya no quise alcanzarlo.
Quedamos a mano: él me robó una lágrima de nostalgia.
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