17 años, again

Nada dura.
Mi energía infinita de hace tres posts se convirtió en un cansancio también infinito. Pues sí, claro, hubiera muerto de insomio como esas 40 familias en el mundo.

Me da miedo regresar a mi ciudad natal. Lo descubrí hoy, hace un par de horas.
Creo que tuve un ataque de pánico. Con taquicardia, hiperventilación y esa sensación de que te vas a morir en cualquier momento; y como te da pánico morir así, la taquicardia aumenta y la hiperventilación y la muerte.

Medité.

Lloré.

La taquicardia pasó y la muerte se fue.

Pero algo se quedó, y se quedó con mucha claridad.

En esta espiral de 35 años, la vida buena me regresa a primera base, 17 años después.
Magia. Simetría perfecta. Si un asunto pendiente quedó en mi vidita de 17 años, heme aquí otra vez, en la misma ciudad y en la misma posición que hace 17 años, con 17 años más.
Es una chingonería la arquitectura personal. ¡Oh, Santo Tomás, he aquí otra prueba de la existencia de Dios! 

Segunda oportunidad.
¿Segundo round?

Nunca quise irme de San Miguel y después no quise nunca regresar.
Hay cierto misterio masoquista en esto de volver.
O solo mi drama.
Suspiro.

Me preguntaba Rafa arquitecto hace un par de semanas, qué iba a hacer ahora en San Miguel; estábamos en su oficina discutiendo cosas serias de la casa y la construcción. Le contesté que seguiría con mi empresa y empezaría a investigar qué hacer, tal vez dar clases, tal vez algunas asesorías... Esto es, voy a hacer exactamente lo mismo que cuando me fui, la misma tormenta de mis 17 años, 17 años después: ¿Qué va a hacer Erika con su vida?

Recuerdo que escribías, me dijo Rafa, y me sonrió el alma.
De todos los recuerdos que pudo tener, Rafa recuerda que escribía.

Ya había olvidado qué eran los ataques de pánico; incluso me costó entender que eso horrible que sentí hace unas horas fue un ataque de pánico. Pero pasó. Como pasan los momentos de sobreenergía, el insomnio, la fatiga, los ciclos de 17 años y los recordatorios de la vida.