Lecciones aprendidas


"Hay cosas que sabemos, pero que no sabemos bien", me dijo alguna vez Froylán cuando hablábamos de asuntos sociológicos. Trabajábamos juntos en el Semanario Punto y Aparte, él era el director y yo una reportera novata que se estrenaba además como estudiante de antropología.

No recuerdo a cuenta de qué me regaló esa frase que no he olvidado; quizás le conté con demasiado entusiasmo mis impresiones de las primeras clases y, como hombre sabio que es, me aconsejó que no sobrevaluara los estudios sociales: "son cosas que sabemos, pero que no sabemos bien".
Hace varios meses, tal vez un año, mi amiga Xochitl me recordó el sentido de esa frase cuando hizo evidente que las historias literarias tienen como línea central el cambio; un momento extraordinario (que no precisamente maravilloso) que provoca que la vida del personaje se transforme.
En los cuentos de hadas todo es dicha y felicidad "hasta que un día..." O al revés, todo es amargura "pero la mañana siguiente..."
En esa conversación Xochitl también mencionó una de las lecciones aprendidas de un investigador con quien ambas trabajamos: "en la literatura hay pocos temas, pero cada historia parecerá distinta o incluso extraordinaria, según el punto de vista desde donde la cuentes". Eso es algo que sábía, pero que no sabía bien.

Y como las historias vienen de la vida y la vida es asunto de todo el mundo, se deduce, sin necesidad de mucho seso, que la vida está llena de cambios. Y de nuevo, son cosas que sabemos, pero que no sabemos bien.
¿Por qué no estamos atentos a los patrones sociales? ¿por qué nos sorprende descubrirnos en medio de lugares comunes? Nos pensamos únicos y elegidos, o peor aún, solos y desgraciados, pero lo cierto es que a todos nos sucede lo mismo: cambiamos, transformamos nuestra vida.

En diciembre me hicieron una irresistible propuesta de trabajo dentro de la misma organización donde estoy. Me mudo a Monterrey en una semana. No he empacado nada, pero ya siento mi espacio ajeno. Apenas observo las paredes y calculo si ese cuadro cabrá en la maleta, si es necesario llevar la sartén, si valdrá la pena guardar el póster de Pitol que tengo en la cocina...
Tengo nostalgia anticipada. Me empiezan a doler las amistades abandonadas ¿por qué no los llamé antes? y empiezo a extrañar el café, el parque y el bar de enfrente.

Xochitl me ha dicho que todo estará bien, y también lo ha dicho David, y Yadur, y Azucena, y Lucio, y mi madre, y yo también me lo digo a menudo.
Me siento nerviosa.

Anoche vi "El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford"; una belleza visual. La música hermosa. Y la historia fue precisamente un ejemplo de lo que nos decía aquel investigador a mi amiga y a mí: todos conocemos la historia del legendario Jesse James, pero no conocíamos la versión de su asesino. ¿Y qué tal si la contara su hermano, o su esposa? ¿verdad que habría tres películas diferentes? ¿Y cuál sería más interesante?

¿Si alguien contara nuestra historia, quién sería? ¿A partir de qué cambio empezaría?

pd. La foto es de Altamar, hace mucho. Antes de estos cambios.

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