La casa de los espíritus
Acabo de ver La Casa de los Espíritus, la película adaptada de esa novela de Isabel Allende. Me gustó mucho. La había visto hace años y ya no la recordaba, de modo que fue como verla por primera vez. No tengo televisión en casa y me he resistido a comprar una, así que he creado una pequeña rutina sabatina que incluye una visita al Samborns para comprar películas viejas y baratas que veo por las tardes en mi laptop. Llevo varios meses haciéndolo, aunque antes le compraba las películas a una señora afuera de un OXXO que, me aseguraba, su hijo hacía las copias en su propia casa y era un negocio honesto y familiar. Yo le creía y hasta me sentía cool dándole mi dinero a esa familia y no a Slim en el Samborns, además siempre tenía buenos títulos y las copias, que ella llamaba “clones”, en ocasiones hasta traían special features. En fin, cuando empezaron esas noticias de Los Únicos y los Zetas, y la relación entre la piratería y el narcotráfico dejé comprar en el puestecito. Aunque ahora no sé qué es peor, comprar en Samborns o comprar piratería; como sea, ambos contribuyen a la misma mierda.
Compré La Casa de los Espíritus hace unos días y de pronto advertí que mi colección tiene muchos títulos sobre historias de vida; esas películas que son breves biografías que se cuentan a partir de un tema que hila los momentos relevantes de una persona hasta su muerte o después de su muerte. Tengo Los Puentes de Madison, por ejemplo, y el tema que enlaza toda la película es el romance de cuatro días que vivió Francesca con el fotógrafo. Tengo también Wilde, en la que el tema que une la historia es su amor con el apuesto, adorable y gay Buci; y luego están Amadeus y La Casa de los Espíritus. Tengo más títulos, pero estos llegaron así, uno detrás de otro y con el mismo tema. No sé si ha sido fortuita mi elección o es que éstas eran las menos malas del Samborns, pero todas parecen haber sido espulgadas y ahora siento que han llegado como una señal del universo en el momento preciso, o bien, que las películas crearon este momento preciso y yo aquí estoy inventando situaciones metafísicas.
Llevo un mes envuelta en esas historias. Y al verlas caigo en cuenta de que no hay ninguna ciencia en esto de estar vivo, de que no hay que perder el tiempo cuestionando, y que sólo debemos dejarnos vivir. En dos horas, estas películas te muestran “la vida” de una persona en el mundo y, siempre que terminan, tengo el mismo pensamiento: estamos en el mundo apenas un instante. Es un lugar común que me choca, pero es cierto. Luego me pongo a pensar en la vejez, ¿qué se sentirá ser viejo? Muchas veces he imaginado cómo seré de vieja, cuando no haga más que cuidar plantas en mi vivero y cuidar nietos que me sacarán de quicio. Cuando llegue ese momento, ¿cómo recordaré mi vida? ¿Qué momentos habré olvidado? ¿De qué me sentiré arrepentida? ¿Cuáles hechos y sueños y conexiones entenderé mejor? ¿A quién le pediré perdón por algo que hasta vieja entenderé? ¿Mi cuerpo estará fuerte todavía?
Me siento un poco enamorada de la vejez. Cuando pienso en ella siento mariposas, como cuando damos un beso en la adolescencia. Tal vez sea sólo que la vejez me pone un poco nerviosa, como esos besos me ponían nerviosa en la adolescencia.
Hay tantas cosas en este asunto de estar vivo. Siento que la vida me emociona hasta las lágrimas, y hoy fue un domingo cualquiera. Y fue bello. Siento adentro toda la belleza de la vida. Tal vez porque escucho a Mozart y él suele producir ese efecto. Ahora recuerdo un poema en prosa de César Vallejo: Hallazgo de la vida.
He escuchado a Mozart toda la tarde; un disco triple que costó apenas 39.90; y es que ayer volví a ver Amadeus y me quedé con ganas de seguir escuchando “música perfecta”. La película, quizá porque se trata de ese genio que escribía “con la mano de dios”, roza en la perfección, ¿no es cierto? Ganó ocho oscares en 1984, aunque no estoy segura de que medir con oscares signifique algo en realidad. La historia, la fotografía, los escenarios, los actores, el guión, la música; todo es impecable, hermoso.
Me gustaría encontrar una pequeña sala donde poder verla y escucharla en volumen muy alto, hasta que la música me rebote en la piel y me deje vibrando.
Estos meses he mantenido un ansia por vivir como no recuerdo haberla tenido nunca; tal vez en Vallarta, hace unos años… quiero verlo todo, sentirlo todo, probarlo todo. Me siento reconciliada con la vida; al fin la muy desgraciada y yo hicimos las paces y nuestro gozo por el reencuentro nos hace estúpidamente felices.
A veces nos abrazamos en la calle y le digo muy bajito: te quiero, bonita.
Y ella responde.
Siempre responde.
Compré La Casa de los Espíritus hace unos días y de pronto advertí que mi colección tiene muchos títulos sobre historias de vida; esas películas que son breves biografías que se cuentan a partir de un tema que hila los momentos relevantes de una persona hasta su muerte o después de su muerte. Tengo Los Puentes de Madison, por ejemplo, y el tema que enlaza toda la película es el romance de cuatro días que vivió Francesca con el fotógrafo. Tengo también Wilde, en la que el tema que une la historia es su amor con el apuesto, adorable y gay Buci; y luego están Amadeus y La Casa de los Espíritus. Tengo más títulos, pero estos llegaron así, uno detrás de otro y con el mismo tema. No sé si ha sido fortuita mi elección o es que éstas eran las menos malas del Samborns, pero todas parecen haber sido espulgadas y ahora siento que han llegado como una señal del universo en el momento preciso, o bien, que las películas crearon este momento preciso y yo aquí estoy inventando situaciones metafísicas.
Llevo un mes envuelta en esas historias. Y al verlas caigo en cuenta de que no hay ninguna ciencia en esto de estar vivo, de que no hay que perder el tiempo cuestionando, y que sólo debemos dejarnos vivir. En dos horas, estas películas te muestran “la vida” de una persona en el mundo y, siempre que terminan, tengo el mismo pensamiento: estamos en el mundo apenas un instante. Es un lugar común que me choca, pero es cierto. Luego me pongo a pensar en la vejez, ¿qué se sentirá ser viejo? Muchas veces he imaginado cómo seré de vieja, cuando no haga más que cuidar plantas en mi vivero y cuidar nietos que me sacarán de quicio. Cuando llegue ese momento, ¿cómo recordaré mi vida? ¿Qué momentos habré olvidado? ¿De qué me sentiré arrepentida? ¿Cuáles hechos y sueños y conexiones entenderé mejor? ¿A quién le pediré perdón por algo que hasta vieja entenderé? ¿Mi cuerpo estará fuerte todavía?
Me siento un poco enamorada de la vejez. Cuando pienso en ella siento mariposas, como cuando damos un beso en la adolescencia. Tal vez sea sólo que la vejez me pone un poco nerviosa, como esos besos me ponían nerviosa en la adolescencia.
Hay tantas cosas en este asunto de estar vivo. Siento que la vida me emociona hasta las lágrimas, y hoy fue un domingo cualquiera. Y fue bello. Siento adentro toda la belleza de la vida. Tal vez porque escucho a Mozart y él suele producir ese efecto. Ahora recuerdo un poema en prosa de César Vallejo: Hallazgo de la vida.
He escuchado a Mozart toda la tarde; un disco triple que costó apenas 39.90; y es que ayer volví a ver Amadeus y me quedé con ganas de seguir escuchando “música perfecta”. La película, quizá porque se trata de ese genio que escribía “con la mano de dios”, roza en la perfección, ¿no es cierto? Ganó ocho oscares en 1984, aunque no estoy segura de que medir con oscares signifique algo en realidad. La historia, la fotografía, los escenarios, los actores, el guión, la música; todo es impecable, hermoso.
Me gustaría encontrar una pequeña sala donde poder verla y escucharla en volumen muy alto, hasta que la música me rebote en la piel y me deje vibrando.
Estos meses he mantenido un ansia por vivir como no recuerdo haberla tenido nunca; tal vez en Vallarta, hace unos años… quiero verlo todo, sentirlo todo, probarlo todo. Me siento reconciliada con la vida; al fin la muy desgraciada y yo hicimos las paces y nuestro gozo por el reencuentro nos hace estúpidamente felices.
A veces nos abrazamos en la calle y le digo muy bajito: te quiero, bonita.
Y ella responde.
Siempre responde.
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Imagen: Todos somos palomas / Pedro Meyer
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saludos.