El horóscopo de las mañanas
Para Heriberto y Adriana, que ya sabían de esto
Muchas veces despierto con una canción en la cabeza. Una melodía flotante, como las oraciones flotantes del libro de Hiriart, que no están asociadas a nada, que aparecen y ya, como si en el sueño se sacudieran los archivos de la memoria.
Por lo general, tarareo esas canciones sin atención, pero en cuanto me sorprendo con una, lo primero es asegurarme de que no esté atada a ningún sonido de la mañana que me haya hecho recordarla: no, no la escuché en la radio; no, ningún auto en la calle ni una persona que silbaba; no, tampoco la escuché el día anterior. Pienso en esto muy rápido, apenas unos segundos, y si todas las respuestas son negativas, tengo una canción flotante.
El paso siguiente es buscarla en mi colección de discos o en mi laptop y, si no está, el search de youtube la encuentra aunque las versiones no suelen ser de buena calidad. Ese momento requiere toda mi atención, así que dejo de lado todo lo que estaba haciendo, subo el volumen y me doy el tiempo para escucharla, una y otra vez; leo la letra cuando no la sé. A veces uso audífonos para no molestar a los vecinos a esa hora de la mañana. A veces canto y cierro los ojos. A veces, cuando se puede, bailo.
Por lo general, tarareo esas canciones sin atención, pero en cuanto me sorprendo con una, lo primero es asegurarme de que no esté atada a ningún sonido de la mañana que me haya hecho recordarla: no, no la escuché en la radio; no, ningún auto en la calle ni una persona que silbaba; no, tampoco la escuché el día anterior. Pienso en esto muy rápido, apenas unos segundos, y si todas las respuestas son negativas, tengo una canción flotante.
El paso siguiente es buscarla en mi colección de discos o en mi laptop y, si no está, el search de youtube la encuentra aunque las versiones no suelen ser de buena calidad. Ese momento requiere toda mi atención, así que dejo de lado todo lo que estaba haciendo, subo el volumen y me doy el tiempo para escucharla, una y otra vez; leo la letra cuando no la sé. A veces uso audífonos para no molestar a los vecinos a esa hora de la mañana. A veces canto y cierro los ojos. A veces, cuando se puede, bailo.
Por lo regular las canciones flotantes llegan en las mañanas, después de una noche larga, pero otras veces aparecen en medio del día, o de la tarde, aunque es más fácil que esas sean sólo usurpadoras.
He tenido canciones flotantes rarísimas; de algunas ni siquiera sé los títulos y entonces la búsqueda tiene una primera parada en Google. Una vez la canción fue esa que sonaba al inicio del Tesoro del Saber, un programa para niños de los ochenta: “en los libros hallarás, tin tin tín, el tesoro del saber, tin tin tín”. Hay títulos recurrentes por temporadas; también cantantes y compositores: Nina Simone, Elis Regina, Bill Evans, Sabina, Fito Paez.
Lo importante de todo esto es que desde hace varios años ese ritual acompaña mis mañanas como quien lee su horóscopo en un diario, y he llegado a creer que esas canciones, que vienen directamente del sueño, tienen “mensajes ocultos” pero no en sí mismas sino para mí. Como sucedió hoy.
Fue una mañana como todas: una pinza en el pelo, la cocina, agua caliente en la taza, un sobre de té, azúcar, leche, el balcón, un suspiro de viento y las montañas llenas de bruma.
Me pareció, sin embargo, que hoy no había nada interesante en la banqueta ni en las avenidas que se ven más lejos, no había gente en la calle. Estaba todo dispuesto para que no viera más que la pobreza de ese paisaje matutino -que no era otra más que la mía- y sin más que ver, miré adentro de mí. Me forcé a hacerle caso a ese nudo que cada vez se siente menos, pero me sorprendió un llanto que se despegó de una costilla y me obligó a dejar la taza de té en el piso, luego a abrazarme el estómago y a decirme que todo va a estar bien.
De pronto llegó la canción flotante y me cortó de un tajo el drama del balcón; llevaba días sin que sucediera. Me costó un poco de trabajo encontrarla, no recordaba el título ni los versos completos. Era Hold on, de Sara McLachlan.
Nunca fui fan de Sara McLachlan y no la escucho desde la preparatoria, así que busqué la letra y a la par leí y escuché.
La dejé tocar dos veces, aunque en realidad no había mucho que descifrar. En el primer párrafo estaba todo. Volví a mirar por la ventana, volví a pensar, y dada mi condición de reencuentro y de saltos al vacío y bla bla bla, lo único que hice fue responder que okay, que estaré atenta y que gracias.
Nota sobre Discutibles Fantasmas
El destino del libro donde viene el ensayo de las Oraciones flotantes (Discutibles fantasmas) es bastante cómico. Lo he comprado dos veces y las dos veces se ha mojado de tal manera que no me queda más que tirarlo a la basura. La primera vez sucedió en mi casa de Xalapa; tenía una gran ventana que daba a la calle y justo debajo estaban apilados varios libros, entre ellos ese de Hiriart, y como Xalapa supera el promedio anual de lluvia del país y a mí se me olvidaba cerrar la ventana, el libro acabó convirtiéndose –junto con otros- en una masa de hojas pegadas y abultadas que resultaba imposible de leer.
En Monterrey lo compré por segunda vez, pero el mismo día que llegó a casa lo dejé sobre el buró y el minisplit goteó toda la noche, algo que nunca había sucedido, y lo hizo precisamente encima del libro dejándolo de nuevo como una masa ondulada y tiesa.
Me gustan los libros que tienen marcas de uso, tengo varios con arena, con marcas de lluvia y manchas de hojas de árboles que recojo en los parques, pero este de Hiriart fue un suicidio.
Sé que lo compraré otra vez, por fortuna no es caro, y entonces reconsideraré quitarle el plástico protector.
Aunque creo que debo reconsiderar, en general, la forma como protejo mis cosas.
He tenido canciones flotantes rarísimas; de algunas ni siquiera sé los títulos y entonces la búsqueda tiene una primera parada en Google. Una vez la canción fue esa que sonaba al inicio del Tesoro del Saber, un programa para niños de los ochenta: “en los libros hallarás, tin tin tín, el tesoro del saber, tin tin tín”. Hay títulos recurrentes por temporadas; también cantantes y compositores: Nina Simone, Elis Regina, Bill Evans, Sabina, Fito Paez.
Lo importante de todo esto es que desde hace varios años ese ritual acompaña mis mañanas como quien lee su horóscopo en un diario, y he llegado a creer que esas canciones, que vienen directamente del sueño, tienen “mensajes ocultos” pero no en sí mismas sino para mí. Como sucedió hoy.
Fue una mañana como todas: una pinza en el pelo, la cocina, agua caliente en la taza, un sobre de té, azúcar, leche, el balcón, un suspiro de viento y las montañas llenas de bruma.
Me pareció, sin embargo, que hoy no había nada interesante en la banqueta ni en las avenidas que se ven más lejos, no había gente en la calle. Estaba todo dispuesto para que no viera más que la pobreza de ese paisaje matutino -que no era otra más que la mía- y sin más que ver, miré adentro de mí. Me forcé a hacerle caso a ese nudo que cada vez se siente menos, pero me sorprendió un llanto que se despegó de una costilla y me obligó a dejar la taza de té en el piso, luego a abrazarme el estómago y a decirme que todo va a estar bien.
De pronto llegó la canción flotante y me cortó de un tajo el drama del balcón; llevaba días sin que sucediera. Me costó un poco de trabajo encontrarla, no recordaba el título ni los versos completos. Era Hold on, de Sara McLachlan.
Hold on, hold on to yourself
For this is gonna hurt like hell.
Hold on,
hold on to yourself,
you know that only time will tell.
Nunca fui fan de Sara McLachlan y no la escucho desde la preparatoria, así que busqué la letra y a la par leí y escuché.
So now you’re sleeping peaceful
I lie awake and pray that you’ll be strong
tomorrow
and we’ll see another day and we will praise it.
La dejé tocar dos veces, aunque en realidad no había mucho que descifrar. En el primer párrafo estaba todo. Volví a mirar por la ventana, volví a pensar, y dada mi condición de reencuentro y de saltos al vacío y bla bla bla, lo único que hice fue responder que okay, que estaré atenta y que gracias.
Nota sobre Discutibles Fantasmas
El destino del libro donde viene el ensayo de las Oraciones flotantes (Discutibles fantasmas) es bastante cómico. Lo he comprado dos veces y las dos veces se ha mojado de tal manera que no me queda más que tirarlo a la basura. La primera vez sucedió en mi casa de Xalapa; tenía una gran ventana que daba a la calle y justo debajo estaban apilados varios libros, entre ellos ese de Hiriart, y como Xalapa supera el promedio anual de lluvia del país y a mí se me olvidaba cerrar la ventana, el libro acabó convirtiéndose –junto con otros- en una masa de hojas pegadas y abultadas que resultaba imposible de leer.
En Monterrey lo compré por segunda vez, pero el mismo día que llegó a casa lo dejé sobre el buró y el minisplit goteó toda la noche, algo que nunca había sucedido, y lo hizo precisamente encima del libro dejándolo de nuevo como una masa ondulada y tiesa.
Me gustan los libros que tienen marcas de uso, tengo varios con arena, con marcas de lluvia y manchas de hojas de árboles que recojo en los parques, pero este de Hiriart fue un suicidio.
Sé que lo compraré otra vez, por fortuna no es caro, y entonces reconsideraré quitarle el plástico protector.
Aunque creo que debo reconsiderar, en general, la forma como protejo mis cosas.
En especial a esa mujer del balcón.
Imágenes: La sacerdotisa, La estrella y La muerte del tarot de Marsella.
Comentarios
Una canción por otra
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http://www.youtube.com/watch?v=zNxar07_9YA&feature=PlayList&p=B4879A15B4D5E121&index=0
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Apenas ayer volví a ver la Montaña Sagrada de Jodorowsky y ahora el Tarot de Marsella adorna tus letras ............
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Unas palabras de aliento del otro lado de la nada "Se fuerte"
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Mucha suerte con Bolaño ....
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y por recordarme a Jodorowski.
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Gracias, fantasma.
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No fue ni una semana, jaja. Ya estamos juntos, el muchacho del que te conté y yo. Y la otra muchacha no me dirige la palabra. Y por alguna razón me siento muy feliz.
Gracias a ti, eres como esa hermana que me hubiera encantado tener, pero es que si fueras mi hermana probablemente no nos querríamos tanto, y así está bien. Gracias otra vez por todo, por las palabras de aliento, las risas, las bolsas de té. Que por cierto, necesito más o que me digas donde comprarlo. Te quiero mucho, nos vemos el miércoles.