Aeropuertos
Otra vez estoy en un aeropuerto.
Los aeropuertos, como las estaciones de autobuses, de trenes, las fronteras, son no lugares. Lo dice Marc Augé. Y dice que estos sitios son los lugares del anonimato, donde no se teje ninguna red social y están ahí como espacios de transición, como puertas que nos envían a diferentes momentos de la vida, pero dentro del aeropuerto no transcurre la vida, son un espacio de nada.
Cuando comprendí, en la facultad, este asunto de los no lugares, los pensé como las líneas que dividen una figura: no son la figura en sí, no son el otro lado de la figura, son ese espacio que está aparentemente en la nada, pero que es. Una línea.
Cada vez más he estado en aeropuertos y me doy cuenta de que es lo mismo en todos lados. Nacionales, internacionales. Todos son blancos y brillantes, todos tienen estructuras modernas de acero. Todos tienen Starbucks.
Check in. No documento equipaje. Obtengo mi pase de abordar y entro al área de revisión, laptop afuera, maleta, manos en las bolsas, toco algunas monedas, el celular, dejo todo en la cajita de plástico. Pasan los objetos por ese túnel mágico que todo lo ve. Cruzo el portal detector de metales/detector de mentiras y pienso si así será cuando uno muere. San Pedro me revisa con una paleta sensible que tiene lucecitas. Estoy limpia. Guardo la laptop, guardo las monedas de nuevo en la bolsa del pantalón, tomo la maleta y subo la escalera eléctrica. Reviso mi pase de abordar, sala 9, sigo las flechas. En la pantalla mi vuelo: México DF, 7:10pm Interjet. Escojo un asiento frente a nadie, al lado de nadie y abro la laptop y pienso que estoy aquí sin estar, que estoy en medio de una línea que me divide la vida y que no es nada. Nada. La espera.
Recuerdo que Edna me dijo alguna vez que siempre esperamos. Esperamos el autobús en la esquina, esperamos que recorra las calles para bajarnos, esperamos a que nuestros pasos nos lleven a la puerta de casa, esperamos mientras la llave da vuelta y entramos, esperamos mientras la cena está lista, mientras digerimos, mientras nos quitamos la ropa y luego dormimos y al final esperamos que amanezca otra vez.
Esperar a que muramos, esperar mientras vivimos.
Me gusta mirar a la gente en los aeropuertos, están en ninguna parte y no lo saben. ¿Lo saben? Pienso en un café. No. Ya fue demasiada cafeína. ¿Un té? Tengo enfrente un Starbucks y su nuevo english breakfast latte. No. Nada más estoy ansiosa.
Sólo quiero cruzar esta línea y llegar a casa.
Volver a estar.
Dejar de esperar y regresar a vivir otra vez.
PD. Serge dice:
"Escucha obligada en sintonía con tu texto se me ocurre que fuera 'Music for Airports' de Brian Eno. El disco fue concebido como una especie de instalación sonora para aligerar el estrés y las tensiones que produce estar en esa zona de nadie. Pero también para recordarle al pasajero de una siempre cercana posibilidad de su muerte en el aire".
Imagen: Esperando
Comentarios
Sin embargo, difiero un poco del concepto de la espera perpetua... no digo que no lo hagamos, sino que normalmente hacemos también otra cosa mientras esperamos, ya sea leer un libelo en el bus, canturrear una cancioncilla al caminar hacia la casa, platicar o pensar cuando la cena, soñar mientras dormimos.
La vida es --o, por lo menos, debe ser-- más que una manera de llevar el tiempo, de rellenar los espacios, en lo que llega la muerte.
Un abrazo (y no es que ande yo por ahí abrazando desconocidos todo el tiempo, ¿eh?).