Asuntos Pendientes


Asuntos Pendientes es al fin un asunto cerrado.

Me enseñó tres cosas:
Primero fue una lección de disciplina. Tenía/quería terminarlo porque sí. Porque lo empecé. Y aunque ahora el tema está lejos de mis tormentas cotidianas, y tiene que ver más bien con la Érika del pasado, la que tenía 27 años y el corazón más roto de su historia; no podía dejar esas páginas sin cierre.

Asuntos Pendientes se gestó en mi cabeza en 2010 y me lo tomé muy en serio: trabajé en la investigación familiar por un año, tomé notas, entrevisté a mi abuela, a mi papá, pero trabajaba en la ONG y no podía/quería dedicarme a escribirlo (me mataba de pánico que fuera algo mediocre y sin chiste). Lo abandoné por un tiempo y, a finales de 2012, lo retomé con una nueva idea, más autobiográfica y menos ficcionada. Autoficción.

Juan Díaz Infante me animó a terminarlo, "así malhecho, acábalo rápido, equivócate rápido y luego lo que sigue". Entendía la lección, pero no me atrevía a ejecutarla.
"Así malhecho", por supuesto que no.

Me

tardé

siete

años


S

I

E

T

E


A

Ñ

O

S


Pero lo hice y lo fijé como un compromiso personal. Asuntos Pendientes no podía tener en el título su propia condena.
Creé una rutina de trabajo que consistía en despertar a las 7am sólo para trabajar en el libro. Una hora, un par de horas y después a lo demás.
Funcionó. Apenas empezó a tener forma me enganché nuevamente, ahora me importaba cuadrar los tiempos, el texto, el ritmo, y muy pronto dediqué también un par de tardes, un sábado, una noche desvelada, hasta que el 28 de octubre de 2018 el texto estuvo completo.
Mi propósito era crear la "mejor versión" de ese texto.
Un ejercicio modesto, sin pretensiones y bien hecho, punto.

La segunda lección fue sobre la historia
Tres lectores coincidieron en el mismo punto: ¿Qué decía el puto sobre amarillo?
Entendí que mi texto era demasiado personal, que solo yo lo entendía y entonces no tenía sentido compartirlo.
Hice algunos ajustes en la historia, un poco más de ficción, un poco menos drama familiar. Un libro personal, aunque sea personal, no podía ser tan personal. Fin.

La tercera lección fue el miedo
Aunque más bien es la primera. No había querido escribir obras más complejas (que este blog o algunos cuentos) porque no me sentía capaz, no cumplía de inicio con mis propios estándares y tenía miedo de hacer el ridículo. Como tantos escritores ridículos que andan por ahí.
Pero un día desperté y me valió madres.
Huevos. Courage, como dice AP.
Ahora mi libro es "un acto poético" como dice JJDI.  Una lección de posibilidad, porque sí, porque puedo. Y más me valía empezar porque a estas alturas ya no tengo tanto tiempo para hacer más libros y lograr, un día, uno, unitito, que me salga bueno.

Lo presentaré en corto, con amigos cercanos y tal vez se venda uno que otro.
Pero no hay nada más.
Lo importante es lo que sigue.



La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil 
que cuando uno empieza a aprenderlo 
ya hay que moririse. 
ERNESTO SÁBATO







Comentarios

Entradas populares