El bolso amarillo


Cada determinado tiempo tengo una idea que me crece en la cabeza de la misma manera que se infla un globo de helio. Cuando me sucede recuerdo siempre un cuento que leí de niña, tal vez uno de los primeros libros de mi vida, El bolso amarillo, de Lygia Bojunga. El cuento trata de una niña de nueve años que tiene tres deseos guardados en un bolso amarillo: el deseo de ser mayor, el deseo de ser niño y el de ser escritora, y por diferentes razones los deseos crecían adentro del bolso y se volvían enormes causándole todos los líos.
La verdad ya no recuerdo mucho de qué va el cuento, sólo que ella hablaba gallo con un gallo, así como se habla español con un español, y paraguas con un paraguas. Desde entonces he querido tener un gallo como mascota.

Pero mis ideas se hacen grandes, decía.
El proceso es simple: nacen, crecen y para que no estallen en el silencio de mi cabeza tengo que soltarlas en alguna comida, en la sobremesa, en el café, como si esas conversaciones abrieran una pequeña válvula que las liberara, y las mantuviera de nuevo calibradas a 28 libras.

La idea de fin de año fue la posibilidad de tener múltiples vidas. Nació una tarde en la casa de mis vecinos, con Sol, y de inmediato se hizo grande: veía una película y ahí estaba alguien buscando otra vida; platicaba con algún amigo y de nuevo aparecía algo que hacía crecer mi idea; luego la música, la obsesión de Vila-Matas por ser otro en Doctor Passavento, el poema de Girondo, las pláticas con mis tías en los mil recalentados de Navidad (a todas les pregunté si no hubieras sido lo que fuiste ¿qué te hubiera gustado ser?)
En fin, descubrir "señales" no es nada nuevo, es algo que a todos nos ha pasado. Algunos piensan que no es más que percepción selectiva. Yo creo que es magia. Tiene más chiste.

La idea del inicio de este año es escribir mi autobiografía precoz y para ello quiero construir mi historia familiar. Ya sé, es igual de clavada que la otra, y por si fuera poco esta tiene además un plan de acción que voy a contar otro día. La idea nació unas noches antes de Navidad en una conversación con mi padre cuando haciendo un gran esfuerzo de memoria me contó que mi bisabuela ¿o fue mi tararabuela? fue una libanesa que migró con sus padres moros a España y al final del siglo XIX fue enviada en barco a México. Mi papá no recordaba muchos detalles a pesar de mis preguntas ¿se fue escondida en una caja como polizonte? ¿fue esclava? ¿huyó con un marino? Llegó al Puerto de Veracruz y vivió quién sabe cómo y con quién, esta parte tampoco la recordaba muy bien mi papá, hasta que conoció a un hombre que yo quise imaginar moreno y hermoso y el hombre la embarazó y luego la abuela conoció a otro hombre y a otro y a otro y a otro y a otro y a otro y a otro y a otro y a otro y aaotro y a otrñno ynldfniuwe fnaidnvao, y así tuvo un montón de amantes, de dinero y de hijos que quién sabe dónde quedaron.
Del único hijo que mi papá me contó es de mi abuelo Rafael, porque era su padre y, aunque recordó otros nombres no pudo darme más datos; sólo miraba el techo de la casa y se contaba los dedos: era mi papá Rafael, mi tío Gustavo, no, no, mi tío Martín, no ¿cómo se llamaba?

Después de esa conversación comenzó el crecimiento de mi idea: vi Persépolis de Marjane Satrapi y las primeras escenas tienen la clave de la peli: la abuela le dice a la niña Marjane "nunca olvides de dónde vienes, recuerda tu historia". Luego cené con otro amigo reencontrado (sigue el hechizo) y hablamos de que va a filmar un documental de su familia y de postre me contó la historia de su abuelo limpiador de albercas. También coseguí El Buda de los suburbios y es lo mismo, la autobiografía de un inglés que es japonés de origen, y leí a Guadalupe Nettel en Letras Libres con otra autobiografía precoz.

¿A quién le han contado la historia de su familia? Hasta ahora yo no he tenido esa suerte, y tampoco la han tenido los amigos a quienes les he hecho la misma pregunta. La historia familiar que me ha tocado descubrir a mí, la he develado poco a poco y nunca termino de atar las piezas. Cuando logro entender quién es hijo de quién aparece el tío bastardo y "la otra familia" y de nuevo ya no entiendo nada. En ocasiones me vuelve loca ese halo de misterio que guarda mi familia cuando no quieren hablar de "cierto tema", de "ciertos parientes" porque comienzo a imaginarme cosas fantásticas: tíos piratas, tíos maestros rurales, tíos chamanes, tíos revolucionarios, tíos héroes, y luego descubro que no hay nada de eso. Todos quieren convencerme de que fueron comunes y corrientes.
Pero yo sé que no es cierto.
Nadie es común y corriente.
De cerca nadie es normal, dice Caetano cantando.

Estoy segura que esas mil tías, en cuanto les pregunte, querrán impacientes contármelo todo. Sobre todo ahora que ya son viejas y se sienten más seguras de inventar lo que quieran porque la mayoría de los "parientes comunes y corrientes" ya están muertos.

En las vacaciones pasé varias noches despierta jugando con mi idea nueva. Me imaginaba a mi abuelo Rafael que me contaba: "Mira hijita, hace muchos años, tu bisabuela llegó de Líbano en un barco..." pero para mi mala suerte, mi abuelo ya murió y sus últimos años vivió con AlzHeimer.
Ojalá la muerte lo haya curado y me cuente un día.






Imagen: Mi abuelo Rafael y mi tía Elsa

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