Si tu vois ma mère



Hace unos días soñé por primera vez con mi mamá después de su muerte, hace nueve meses. 

Fue un sueño festivo, de noche, estábamos en su casa, que era grande, como un hotel, y tenía una bahía donde los autos se estacionaban y bajaban los invitados. 

Mi madre era la anfitriona y me saludaba como cuando la visitaba en su casa, con un abrazo breve y cariñoso, con su sonrisa de satisfacción de tener a sus pollos en el corral. Le encantaba vernos juntos en su casa. 

Ella actuaba como esas veces, como esas tantas veces de visitas familiares con mis hermanos, mis sobrinos y con los amigos que se hicieron familia: Jess, Paulina, Merca, Cris...

Yo, sin embargo, sabía que estaba muerta. Que ese sueño era un regalo y fingía mi sorpresa; actuaba como la hija de esas comidas, sin más emoción que un "marecita ya llegué". 

La fiesta era para celebrar algo, ella estaba en esa actitud de reina-anfitriona que le encantaba, como si dentro de ella se asintiera a sí misma "muy bien, Lety, así es como se hacen las fiestas". Me gustaba verla contenta, tranquila, creo que mi papá estaba con ella aunque no lo recuerdo tan claramente. Era un sueño para soñarla a ella. 

Al final de la fiesta salía a la bahía donde seguía un valet recibiendo y entregando autos y de pronto todo se volvía muy glamoroso. Con luces y flashes. Sabía que tenía que irme, estaba con Itzel, y nos acercamos ambas a despedirnos de mi madre. 

Cuando la abracé sentí su amor, ese amor de mamá que solo había sentido con ella y que solo ella podía darme porque era mi madre, la mía. 

Desperté desconcertada, no había en mí ningún consuelo por haberla soñado, por haberla abrazado, por haber sentido otra vez ese amor. Era lo contrario. Era la herida abierta y punzante de la certeza: ese amor de madre ya no lo tengo en esta vida. Nadie me ama como ella. Y así será hasta el final de mis días.

Se me inundó el alma. Comprendí por qué me dolía tanto su ausencia y por qué, después de todos estos meses, sigo llorando por cualquier cosa. Es su amor que ya no está. Su amor que ya no siento. 

Cuando murió mi papá el luto fue diferente. Nos preparó tres meses para su partida y, cuando se fue, más bien se quedó. Desde la primera noche, cuando desperté en la madrugada y lo vi como un holograma suspendido en la habitación tocando la guitarra, cantándonos a mi madre y a mí, supe que más bien mi padre había llegado para quedarse. Y lo siento conmigo todo el tiempo. Su energía me acompaña todos los días sin necesidad de pensarlo demasiado, está ahí, lo siento. 

Pero mi madre no está. 

Después de soñarla entendí claramente que siento su ausencia como un abandono, que su muerte inesperada la siento como si hubiera elegido la salida fácil, como un dejarlo todo, como un "ay ya a la chingada".

No éramos las mejores amigas, pero la conocía de una manera profunda y sabía leerla sin que pudiera esconderse. Mi madre era una mujer caprichosa y obstinada. Sabía observar a los demás, así que cuando quería algo iba a por ello manipulando todo a su alrededor. Despacio, con paciencia, se tomaba su tiempo para armar su estrategia y, una vez con el tendido armado, caíamos todos como mosquitos en la telaraña en el lugar donde ella había calculado que cayéramos. 

Para bien y para mal.

Con su muerte fue igual. Ella misma me lo dijo en el hospital. "Te advierto que estoy cansada. Ayer que me bajó la presión empecé a sentir que me iba, fue una relajación tan sabrocita que pensé ay ya, de aquí me agarro". 

"Te lo advierto", esa fue la frase.

Me lo dijo el quinto día de hospital, el quinto de 21. La dejé de ver el día 11, el día 18 la resucitaron para ponerle un tubo en la tráquea, un día después fui a decirle adiós y al siguiente se fue. Lo último que dijo, antes de que la intubaran, fue "muchas gracias". Me lo dijo la enfermera porque le había hecho una cartita en la que escribí los nombres de todas las personas que estaban en "el chat  de Lety". Mamita, lo has hecho muy bien, hay mucha gente que te quiere.

He tratado de asimilar "desde el amor" su partida. Fue su decisión y la tomó, no le reclamo nada. Más bien lo que lamento es haber "perdido" su amor de mamá, ese que podía existir solo entre ella y yo.

Gaviota me dijo que perder a su madre le dejó un vacío, como si le quitaran algo adentro y se quedara un hueco. Ahora lo entiendo. Es ese puto hoyo negro el que me sigue doliendo todos los días. La certeza de que pasaré el resto de mis días sin ese amor de mi mamá.

"La sensación de orfandad no se quita nunca", me escribió Juan José Barrientos y lo mismo me dijo Mercedes San Martín aunque de otra forma: "ahora aprende a vivir así". Mi abuela, cuando supo que mi madre se había ido, me mandó un audio, casi incongruente, con su mente centenaria que ya no ataba: "ahora ya no tienes mamá, pero tienes tus letras". Mi abuela preciosa, ¿cómo habrá entendido ella el consuelo después de tantas muertes? Cuando ella partió, por cierto, apenas tres meses después de mi madre, tuve la misma sensación que tuve con mi papá. Mi abuela también se fue para quedarse.

Me hace bien escribir esto, lo había contado, pero escribirlo es procesarlo diferente. Ya no tienes mamá pero tienes tus letras. Quién sabe qué quiso decir mi abuela con eso, pero en este momento siento la congruencia. Ya no tienes mamá pero tienes tus letras, la sensación de orfandad no se quita nunca, aprende a vivir así.

Je me souviendrai
De tes yeux jusqu'à mon dernier jour
Maman, mon plus tendre amour.

 

Lety y Erikita



Si tu vois ma mère

Quand je pense à toi
Aussitôt je vois
Je ne sais pourquoi
Le balcon fleuri
Où tu m'as souri
Quand je suis partie
Souviens-toi
Depuis ce temps je voyage
Et sur toutes
Les routes
À tout jamais ton doux visage
Qu'un rêve effleure
Demeure
Car le temps qui fuit
Au vent de l'oubli
Passera sans bruit
Sans rien effacer
Maman, tu le sais
Rien ne peut briser
Le passé
Je me souviendrai
De tes yeux jusqu'à mon dernier jour
Maman, mon plus tendre amour



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