Los treinta y el fin del mundo



A los 17 años pasa todo por primera vez. Hasta los 20, puede ser, hasta los 25, puede ser,
pero ya después estás repitiendo historias, como en “La flor amarilla”, de Cortázar
Mauricio Redolés

Inside every cynical person, there is a disappointed idealist
George Carlin

Tengo treinta años.
Había considerado, e incluso aplicado, un año comodín, de modo que el 11 de abril pasado cumplí, por segunda vez, veintinueve años. No funcionó. Primero porque el año anterior cumplí treinta y dos, y ya me había acostumbrado a esa edad, y segundo porque no pude cumplir con el requisito número 1 del año comodín: "Convencerse decidídamente de que tiene año menos". Cosa rara, pero estos meses en varias ocasiones me preguntaron mi edad y mentí: tengo treinta años.
La única novela que he intentado escribir, en su primera línea tiene las palabras "treinta años" y últimamente los libros que me han llegado a las manos (y a la médula) hablan de personajes de treinta años y de escritores de la misma edad (mierda).

Nietzsche escribió en uno de sus libros, a manera de recomendación, que el hombre debía retirarse a la montaña a los treinta años, y desde que lo leí hace casi diez, he tenido firme la idea de hacer ese retiro. Nietzsche, por supuesto, lo plantea de manera metafórica. O quizá lo entendí yo de esa manera, pues lo cierto es que a los treinta ya nos revolcó una ola de vida:
Ya nos enamoramos como estúpidos
Ya nos rompieron el corazón
Ya rompimos el corazón de alguien
Ya sabemos que los amores platónicos son horribles
Ya sabemos que los amores platónicos son hermosos
Ya nos embriagamos
Ya soportamos la peor cruda de nuestra vida
(Y juramos que nunca volveríamos a beber)
Ya sentimos DOLOR con mayúsculas
Ya nos sentimos FELICES con mayúsculas
Ya murió alguien cercano
Ya nos sentimos solos
Ya comprendimos que la vida es una mierda
Y que también es una maravilla
Ya perdimos amigos
Ya valoramos a los amigos que tenemos
Ya nos conocemos mejor
Ya nos aceptamos más
Ya nos odiamos menos
Ya nos deprimimos profundamente
Ya supimos salir de una depresión
Ya perdonamos a nuestros padres y a nuestros maestros
Ya nos valieron madre nuestros padres y nuestros maestros
Ya valoramos a nuestros padres y a nuestros maestros
Ya hicimos la estupidez más grande de nuestra vida
Ya hicimos la locura más grande de nuestra vida
Ya aprendimos a arriesgarnos menos
Ya aprendimos a arriesgar más
Ya nos sentimos invencibles
Ya nos sentimos unos pendejos
Ya tenemos menos prejuicios
Ya hicimos algo de lo que nos arrepentimos
Ya hicimos algo de lo que nos sentimos orgullosos
Ya tenemos un juicio sobre los asuntos políticos, sociales, institucionales
Ya nos valen madre la política, la sociedad y las instituciones
Ya aprendimos a ser menos idealistas
Y que el dinero sí sirve para muchas cosas
Ya sabemos lo que es un trabajo estable
Ya sabemos lo que se siente tener una vida que no queremos
Ya ganamos
Ya perdimos
Ya sabemos lo que es tener una deuda
Ya sabemos cuidarnos mejor
Ya pensamos en el futuro
Etcétera.

El retiro de los treinta ha sido un plan que he ido construyendo desde hace algunos años, y el año pasado decidí que el lugar perfecto para hacerlo, mi montaña, era "el fin del mundo": Ushuaia, Tierra del fuego. Al principio pensaba en irme a uno de esos monasterios de silencio y hasta en ir al Tibet, pero el "trabajo estable" no es tan sensible para entender la importancia de ausentarme algunos meses y la logística resultaba complicada. La primera razón por la que decidí usar el año comodín este cumpleaños, fue esa.

El texto de Nieszche plantea que a los treinta se tiene que hacer una pausa y mirar desde lo alto de la montaña para ver al mundo pequeño, para vernos desde lejos y para sentirnos solos. Sé que el mundo se puede ver pequeño, desde lejos y que puedo sentirme sola, en el segundo piso de un departamento en la Anzures, pero tiene más chiste hacer un viaje largo y armar un album de fotos.

Con todo, este año no podré ir al fin del mundo. Quizá lo haga en 2012, aunque se alinee ridículamente con las teorías apocalípticas. Las consecuencias ya las he previsto, aunque en realidad eso nunca se sabe, así que la intención del viaje es sólo una: quiero ratificar mis votos de amor eterno con la vida.
Si bien ambas nos queremos y la llevamos bien, pienso en ese viaje como una oportunidad de oro, como los matrimonios agonizantes que toman un crucero con la voluntad completa en las maletas y se embarcan a revivir el amor, ya no con el corazón sino con el cerebro.
Hoy tengo claro como nunca que no quiero desencantarme, que no quiero desenamorarme. Lo pienso desde que un amigo en su cumpleaños me dijo: "a los cuarenta te vuelves cínico" y recuerdo que sentí esa frase como si me anunciara el fin de todos los mundos, como si fuera mi primera regla, como la fecha del fin de mi inocencia. Comprendí en nuestra conversación que ya nada lo sorprendía, que se había creado un nicho de libros, música y café expresso donde ya no le importaba luchar por nada más que por sí mismo. Nada vale la pena, me dijo. Y aunque él parecía más feliz, yo sentí pena.
¿De qué se trata la vida, es realmente esa serie de repeticiones que dice Cortázar en "La flor amarilla"? Sé que apenas tengo una vidita, pero lo creo. Tengo treinta años y a veces ya me siento repetida. Las mismas navidades, las mismas bodas, las mismas historias de amor, las mismas quejas, los mismos problemas del país, las mismas soluciones que no sirven...
Siento ternura de saber que mi amigo era un idealista, que tal vez todos lo somos alguna vez, y que la vida, al final, se encarga de llenarnos de años y de cinismo para soportarla como es.
Quiero abrazar a los cínicos.
Quiero que me abracen.

Carajo. Tengo treinta años y quiero seguir enamorada hasta los cien.




Imagen: 30

Comentarios

JOSE LUIS ha dicho que…
Que buen texto, gracias por compartirlo.
elpezflaco ha dicho que…
Que maravilla saber que el cinismo llega sólo cuando le abres la puerta, y que le quedan muchos intentos para que abras la tuya. Loved it! (desde el año de la indecencia)
Érika B Carrillo ha dicho que…
Y usted, comandanta, me ayudará a custodiar la puerta, por si las dudas :)


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José Luis, gracias a ti por darte la vuelta. Un abraz.
justagirl ha dicho que…
¡excelente! refleja muchas de las cosas que sentí al cumplir 30. estoy segura que muchos más se identificaron. gracias por compartirlo.

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