Desde la puerta

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"A los 17 años pasa todo por primera vez.
Hasta los 20, puede ser, hasta los 25, puede ser,
pero ya después estás repitiendo historias,

como en la Flor Amarilla, de Cortázar"

M. Redolés

 

Cuando salgo a la terraza a fumar, la imagen que tengo desde la entrada de la casa es hacia el librero y la mesa del comedor. Me gusta mucho esa parte de la casa, llena de libros y cerámica. 

Paso largos minutos inhalando y exhalando el humo, viendo esa imagen: es el espacio que define esta vida que tengo. 

Cada nuevo objeto tiene su momento de observación desde la puerta. Como cuando llegó la foto de mi papá y dediqué al menos tres cigarros a recrear el momento preciso de esa foto en mi memoria. Desde la puerta, sólo mirando.

Hoy, de pronto, noté que el espacio está completo: 

Está ahí el móvil de grullas que nos regaló Azucena en su última visita, girando lento, como un gran recordatorio de Xalapa. 

Los libros de Hadid, Lucie Rie, Hans Coper... Los maestros de Aurora.

Mi caja de olinalá con las rondanas, tuercas y llaves de muchas calles, de muchos años; mis tesoros, testigos de metal de mi paso por las diferentes partes del mundo. Y los naipes.

La cerámica de Andy Blick, Gustavo Pérez, Mata Ortíz y Peter Pincus, las piezas de Xico Rivera, las obras de Lou. 

Mis libros, las únicas "cosas" que realmente tengo: mi memoria de papel, mi configuración del mundo, mis maestros.

El cangrejo que nos regaló Asdrubal en la boda.

La lámpara de pie que me ha acompañado en las últimas cuatro mudanzas. 

El móvil del perro de lata que me trajo Yadur de Barcelona.

La mesa con concreto que hizo Lou, que rodeamos de amigos muchas noches.  

La maceta con el cactus que compramos en el último viaje a Guanajuato.

El barquito de manivela que me regaló Juan en mi cumpleaños 31.

Mis primeras ediciones de Cortázar.

Mis Principitos en quince idiomas

Mi Querido Qwerty.

Mi libro de las fantasías.

Están ahí todos los momentos de esta vida que tengo. 

Y está también ahí, tenebrosa y sutil, mi Flor Amarilla.