Inspiración

Este fin de semana lo pasé en la Ciudad de México y, esperando el avión de regreso, en el aeropuerto, vi que proyectaban el partido de Indios vs. Chivas en las pantallas de uno de los restaurantes. Un amigo y yo comíamos ahí e invariablemente dirigimos nuestros ojos a las pantallas, aunque no precisamente al partido.
Eran los últimos minutos.

El futbol no me interesa, pero me acompañó de manera obligada durante toda mi niñez y adolescencia. Mi padre es fiel espectador del deporte y religiosamente cada domingo se sienta a ver el fut y luego los programas de deportes que repiten las escenas de los goles y finalmente a los comentaristas que siguen hablando de los partidos del fin de semana. Por suerte cuando me mudé a Xalapa, con mi padre lejos, el futbol quedó en el olvido, aunque últimamente he pensado en el tema, no con mucho interés, y empiezo a conceder que es una alternativa válida para que muchos hombres, y también mujeres, sientan "pasión" (¿cuántas vidas lineales andarán por ahí sin que nada los emocione hasta las lágrimas?) .

Mientras ordenaba una ensalada al mesero, me pregunté a qué estado pertenecía Indios. Mi amigo, afortunadamente, tampoco lo sabía, pero gracias a los comentarios del cronista comencé a deducirlo: dijo la palabra frontera tres veces, luego dijo norte una vez, equipo fronterizo dos veces y, finalmente cuando estaba a punto de gritarle a la pantalla "chihuahua" como si fuera un Jeopardy, el comentarista dijo Indios de Ciudad Juárez una vez y todo quedó claro.
El cierre del partido estuvo fenomenal con dos goles de chiripa que coronaron a Indios en medio de un montón de gritos. Siempre me emociono al ver los triunfos deportivos; llenos de lágrimas, de abrazos, de cansancio. Y pensé entonces que los entrenadores son la pieza clave del deporte, como aportación a una reflexión que lleva ya cocinándose mucho tiempo: al mundo le hacen falta líderes inspiradores.

¿Se imaginan cómo sería el futbol si los entrenadores fueran sólo motivadores? Todos estamos buscándole el sentido a la vida, algunos con más insistencia que otros (algunos con demasiada insistencia, quizá) así que convendría que los equipos tuvieran un entrenador con perfil de motivador profesional más que de estratega del deporte.

La fórmula del éxito es sencilla en el futbol: es un hecho que los jugadores están calificados por su habilidad, por su agilidad, por su conocimiento del juego. Al estar en primera división esos hombres ya han demostrado que son los mejores, o al menos mejores que todos los demás. Por lo tanto, lo único que debe hacer el entrenador es recordarle a esos jóvenes talentosos por qué están ahí, para qué están jugando y guiarlos como un padre sabio para que den lo mejor de sí, como equipo, en cada partido. Ya lo sé, suena un poco cursi, pero cuando un equipo está inspirado y tiene el talento en sus manos, o en este caso en las piernas, el éxito está asegurado. La disciplina llega sola, todos se alinean ante las reglas del jefe, cumplen horarios, se esfuerzan, lo entregan todo.

Quiero imaginar a su director técnico, Eugui, en una carne asada con todo su equipo de campeones, en un jardín grande y con alberca, mientras analizan juntos las estrategias de un partido memorable de algún equipo legendario. Lo imagino rescatando el espíritu del juego, motivando el compañerismo, recitando solemne los porqués y paraqués.

Me voy en una ola de pensamientos: pienso en todos los equipos del mundo, pienso en todos los líderes desangelados. Pienso en nuestro despintado presidente nacional, pienso en el Señor Obama. Pienso en mi amiga que tiene en sus manos un equipo en construcción y que no sabe si dejarlo por unirse a otro.

Pienso en mi propio equipo, y en el equipo al que pertenezco.

Pienso. Sólo pienso.

Algo hay que hacer.