La negación del negro
Con amor para todos mis amigos "clavados"
Hace algunas semanas fui con Adriana Peón a ver la retrospectiva de Pierre Soulages que se expuso en el Museo de la Ciudad de México.
Al llegar leímos en la primera sala que la obra de Soulages sólo eran manchas y cuadros negros, que no esperara sentir o encontrar algún significado porque aquello era, en verdad, sólo superficies pintadas de negro.
Por supuesto esperé que después del punto final estuviera un letrero de "salida".
Sin ganas estuve en las primeras dos salas, había una muestra de dibujos que efectivamente no me llevó a encontrar ningún signficado ni a sentir nada. Aquello era sólo negro. Luego vi un montón de cuadros que podían ser cualquier cosa, rayas negras y azules, café y negro, negro y rojo, en fin, nada. No quise ser grosera con mi amiga y salirme de ahí, así que empezamos a hablar del edificio reconstruido, era el Museo de la Ciudad, de la museografía y de que en algún momento a ambas nos gustaría dirigir un espacio como ese.
Llegamos a la sala principal, donde se exponía la obra más representativa de Soulages: había un pasillo breve con una vitrina con publicaciones sobre él, folletos de sus exposiciones en el MOMA, en el Pompidou y una lista interminable de premios y halagos. ¿Pues qué hace tan grande a este artista? me seguía preguntando ya con curiosidad genuina. Entramos a un pequeño cuarto oscuro, completamente pintado de negro, y ahí colgaban tres grandes bloques de madera exactamente así:
En la pared decía: “Un día, pintando, el negro había invadido toda la superficie de la tela. En este extremo vi, en cierto modo, la negación del negro…” Pierre Soulages.
Comencé a comprender. La luz tenue y los trazos en relieve hacen que esos bloques no sean del todo negros, aunque sí lo son. Sentí que algo me explotaba en la cabeza y comencé a pensar mucho, regresé a la sala anterior y ahí estaba el negro otra vez acompañado de esos colores que lo hacían parecer, extrañamente, más luminoso. Un negro luminoso, qué cosa tan rara. Y luego estaban esas manchas negras sobre el blanco que lo hacían parecer oscuro, lo más oscuro.
"Hay que cambiar la mirada, que lo que ocurre es que el negro no es ya negro, es la luz transformada, transmutada, por las superficies de negros".
Me emocioné porque me di cuenta que en verdad estaba comprendiendo "algo" y comencé a poner atención en la luz, en los trazos simples, en las combinaciones de colores y terminé disfrutando enormemente el resto de la exposición con mi amiga que estaba igual de emocionada, descubriendo.
Como en secreto, me acerqué y le dije apenada que me acababa de llevar una lección: soy una prejuciosa del arte contemporáneo, le dije. Ella se rió y luego me dijo que en el arte contemporáneo el artista nos invita a pensar y me explicó que en otro tipo de arte, por ejemplo en esas salas barrocas que estaban afuera, todo estaba dado, "un cristo es un cristo, un retablo es un retablo y sólo admiramos la belleza y la técnica, porque no hay nada más". Sí, ya alguien me lo había dicho antes, pero cada vez que voy a una expo así necesito recordatorios.
Al final de la exposición, en otro espacio del Museo de la Ciudad, se proyectaba un video con una entrevista a Soulages en su estudio francés. La dama estaba contenta y yo también, no había prisa.
"Profundizar en algo, nos hace libres" dijo Soulages en el video, y comencé a conectar y a hipervincular en mi cabeza el sentido de aquella frase sin inocencia. Estaba claro con esa retrospectiva que el artista había entregado su vida a profundizar en el negro y todas sus posiblidades; el negro y la negación del negro, el "ultranegro" como él lo llama; el negro en la luz, el negro en la vida, en el café, en la estación de tren, en su mujer, en su familia. Toda una vida descubierta y comprendida a partir de lo que él descubrió y comprendió en el negro. Pensé que me encantaría tener sus ojos un día y ver como él ve las superficies, las luces y los negros; cómo comprende la vida en ese comprender el negro; en su cerebro él ya conectó mucho más de lo que yo logré hacer en esas cinco o seis salas llenas de obra. Qué maravilla tener los ojos de Soulages una hora siquiera.
Durante muchos días después de esa visita, estuve pensando en cuántos de nosotros nos atrevemos a profundizar en algo, lo que sea, desde un tema común hasta en nuestra propia vida. Y cuántos a partir de ese gran descubrimiento llegamos a ser libres. Cuántos tenemos tiempo de sentarnos a pensar, ya no digamos en la banca de un parque o en la sala de algún museo ¡en la regadera al menos! en los qués, porqués y paraqués de lo que vivimos.
Después de Soulages entendí que mi negro es la condición humana. Y mis brochas y mis bloques de madera son la antroplogía y la literatura.
Al profundizar llegamos a descubrir la universalidad, eso que en el fondo es común en todos los seres humanos. Desde hace algunos años, cuando descubro una situación que hace que me explote ese algo en la cabeza, me convierto en una observadora-participante incansable. Hace algunos meses, recuerdo, estaba "clavada" observando cómo se han transformado las familias, luego el tema fue el mundo laboral, otro tema fue el concepto de viajar, las relaciones de pareja, etc. Y lo mismo me sucede con los autores; descubro un autor que me gusta y me vuelco voraz a leer todo de él.
Alguna vez me criticaron esa "clavadez" y me hirieron mucho porque me hicieron sentir una geek aburrida y soñadora. Por fortuna pronto me alivié, y ahora no sólo leo a "mis autores" sino que me he vuelto una promotora de la profundización humana a través de la literatura: al leer a un autor descubres sus temas, y luego él mismo es otro gran tema; otra novela. Dostoievski, por ejemplo, sabía muy bien de todo esto; en una novela a través de un personaje profundizaba en una actitud o en una situación y logró mostrarnos espejos extrarodinarios de nosotros mismos que siguen reflejándonos siglos después. Shakespeare es otro grande de la profundidad. Oh, maestros de la lupa.
Un día le dije a Bruckman que si uno se da el tiempo de pensar, fácilmente encontraría el sentido de la vida en un salero de plástico. O en el pétalo de una flor amarilla o en una nube.
Soulages lo encontró en el negro.
Sobre mi "negro" tengo una ventaja: conforme pasan los años, conocemos y comprendemos, nos profundizamos en la vida, y eso me hace anhelar la vejez como quien espera en febrero a que lleguen los reyes magos.
Vida sobre vida. Sentimientos sobre sentimientos. La negación del sentimiento en el sentimiento, la negación del amor en el amor.
Soulages, de verdad eres un grandísimo cabrón.
¿Y tú lector, cuál es tu "negro"?
Más sobre Soulages aquí.
Imagen: Cortázar con una lupa. Maestrazo.
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